Sídney fue la encargada de acoger los Juegos Olímpicos el año que marcó la transición entre el siglo XX y el siglo XXI. Para esta XXVII edición del evento deportivo, la ciudad australiana tomó buena nota de que lo que no había que hacer y consiguió organizar unos Juegos tan buenos o incluso mejores que los de Barcelona 92.
Fue la edición de los récords batidos; en el presupuesto, en la calidad de la organización y las instalaciones, en la cifra de países asistentes (199). Además, se preocuparon por el medioambiente y contaron con la colaboración de asociaciones ecologistas como Greenpeace para la construcción de todas las infraestructuras.
Los Juegos Olímpicos de Sídney fueron también los últimos de Juan Antonio Samaranch como presidente del Comité Olímpico Internacional. Después de 20 años al frente del COI, el balance era más que positivo, pero consideraba que era el momento de dejar paso a savia fresca al frente del organismo deportivo.
En el torneo de fútbol masculino, las selecciones africanas continuaron mostrando al mundo que tenían argumentos de sobra para conquistar las medallas. Camerún logró el primer oro de su historia tras derrotar a España en la final y Chile venció a Estados Unidos (2-0) y se llevó el bronce.
La competición femenina volvió a repetir número de participantes, 8, y el podio tuvo una composición muy similar a la de los Juegos de Atlanta: Noruega se colgó la medalla de oro, Estados Unidos se quedó esta vez con la plata y Alemania logró el bronce tras superar a Brasil (2-0).
La segunda plata de la furia española
La generación de futbolistas españoles que acudió a los Juegos Olímpicos de Sídney tenía todos los ingredientes para triunfar: calidad, una idea clara de juego y muchas ganas de comerse el mundo. Estaban llamados a escribir el futuro del fútbol español, pero en el camino también firmaron con tinta plateada una nueva página olímpica.
España empezó con buenas sensaciones y un triunfo ante Corea del Sur (2-0), pero tropezó en el segundo partido frente a Chile y perdió 1-3. La selección que dirigía Iñaki Sáez supo reponerse y derrotó consecutivamente a Marruecos (2-0), a Italia (0-1) en los cuartos de final y a Estados Unidos (3-1) en las semifinales.
Pero en la final contra Camerún no lograron aguantar una renta de dos goles a favor y acabaron el tiempo reglamentario con un 2-2 en el marcador y dos jugadores expulsados. España supo sufrir los 30 minutos de la prórroga y se jugó el oro a los penaltis. Amaya estrelló su tiro en el larguero, el único fallo español desde los once metros, pero Camerún no erró ninguno.
La plata supo a fracaso olímpico, al menos en un primer momento, pero supuso otro gran logro para el fútbol hispano en la historia olímpica. La tercera medalla y la segunda de plata en 100 años de fútbol olímpico.
Uno de los grandes momentos de la Ceremonia de Apertura (vía Youtube)
Fue la edición de los récords batidos; en el presupuesto, en la calidad de la organización y las instalaciones, en la cifra de países asistentes (199). Además, se preocuparon por el medioambiente y contaron con la colaboración de asociaciones ecologistas como Greenpeace para la construcción de todas las infraestructuras.
Los Juegos Olímpicos de Sídney fueron también los últimos de Juan Antonio Samaranch como presidente del Comité Olímpico Internacional. Después de 20 años al frente del COI, el balance era más que positivo, pero consideraba que era el momento de dejar paso a savia fresca al frente del organismo deportivo.
En el torneo de fútbol masculino, las selecciones africanas continuaron mostrando al mundo que tenían argumentos de sobra para conquistar las medallas. Camerún logró el primer oro de su historia tras derrotar a España en la final y Chile venció a Estados Unidos (2-0) y se llevó el bronce.
La competición femenina volvió a repetir número de participantes, 8, y el podio tuvo una composición muy similar a la de los Juegos de Atlanta: Noruega se colgó la medalla de oro, Estados Unidos se quedó esta vez con la plata y Alemania logró el bronce tras superar a Brasil (2-0).
La segunda plata de la furia española
La generación de futbolistas españoles que acudió a los Juegos Olímpicos de Sídney tenía todos los ingredientes para triunfar: calidad, una idea clara de juego y muchas ganas de comerse el mundo. Estaban llamados a escribir el futuro del fútbol español, pero en el camino también firmaron con tinta plateada una nueva página olímpica.
España empezó con buenas sensaciones y un triunfo ante Corea del Sur (2-0), pero tropezó en el segundo partido frente a Chile y perdió 1-3. La selección que dirigía Iñaki Sáez supo reponerse y derrotó consecutivamente a Marruecos (2-0), a Italia (0-1) en los cuartos de final y a Estados Unidos (3-1) en las semifinales.
Pero en la final contra Camerún no lograron aguantar una renta de dos goles a favor y acabaron el tiempo reglamentario con un 2-2 en el marcador y dos jugadores expulsados. España supo sufrir los 30 minutos de la prórroga y se jugó el oro a los penaltis. Amaya estrelló su tiro en el larguero, el único fallo español desde los once metros, pero Camerún no erró ninguno.
La plata supo a fracaso olímpico, al menos en un primer momento, pero supuso otro gran logro para el fútbol hispano en la historia olímpica. La tercera medalla y la segunda de plata en 100 años de fútbol olímpico.
Uno de los grandes momentos de la Ceremonia de Apertura (vía Youtube)