Por segunda vez en unos Juegos Olímpicos, España alcanzaba los cuartos de final. En Amberes había experimentado por vez primera lo que era quedar eliminado en esa ronda del campeonato, aunque el sistema de competición era diferente, mientras que en París se había quedado en la ronda previa.
En 1924 Italia había sido el verdugo de la selección española, por lo que el enfrentamiento se presentaba como una inmejorable oportunidad de revancha. De los protagonistas de aquel choque en París repitieron Caligaris, Levrato y Baloncieri - que ya había estado en Amberes- por parte italiana, pero los únicos supervivientes españoles, Vallana y Gamborena, se quedaron en el banquillo.
Italia fue quien llevó la batuta del juego desde el arranque, pero España se defendía con solvencia de los ataques romanos. Lo único que no funcionaba en la selección hispana era la vanguardia, donde cada uno quería hacer la guerra por su cuenta y no existía la solidaridad necesaria para llegar con argumentos sólidos a la meta de Combi.
A los once minuos España se adelantó en el marcador, contra todo pronóstico, haciendo gala de una excelente puntería de Zaldúa. El defensa vasco aprovechó un golpe franco próximo al área italiana y le pegó con tal potencia al cuero que se le escurrió al guardameta.
"El juego se lleva a una velocidad enorme y es movidísimo, estando la pelota tan pronto en un campo como en otro", leemos en el diario El Imparcial. El encuentro estaba emocionante y, antes de que Italia se lanzara en tromba contra la meta de Jáuregui, Mariscal estuvo muy cerca de aumentar la ventaja, mas se encontró con una parada "magistral" de Combi, "cuando parecía estar la pelota en la red", detalla la crónica de El Imparcial.
Comenzó entonces la fase de asedio y derribo sobre la portería española, aunque el empate se le resistía a los italianos al juntarse dos factores: la excelente labor defensiva de Quincoces y las intervenciones de Jáuregui, por una parte, y la falta de acierto de los atacantes italianos.
La segunda parte ya fue otra historia. Antero se había retirado antes del descanso tras un encontronazo y sufría una luxación en el hombro. Marculeta bajó a cubrir su hueco en la medular y el estoico Antero quiso seguir jugando tras el paso por la enfermería, así que se colocó como extremo. En la práctica, España jugó con 10.
En 1924 Italia había sido el verdugo de la selección española, por lo que el enfrentamiento se presentaba como una inmejorable oportunidad de revancha. De los protagonistas de aquel choque en París repitieron Caligaris, Levrato y Baloncieri - que ya había estado en Amberes- por parte italiana, pero los únicos supervivientes españoles, Vallana y Gamborena, se quedaron en el banquillo.
Italia fue quien llevó la batuta del juego desde el arranque, pero España se defendía con solvencia de los ataques romanos. Lo único que no funcionaba en la selección hispana era la vanguardia, donde cada uno quería hacer la guerra por su cuenta y no existía la solidaridad necesaria para llegar con argumentos sólidos a la meta de Combi.
A los once minuos España se adelantó en el marcador, contra todo pronóstico, haciendo gala de una excelente puntería de Zaldúa. El defensa vasco aprovechó un golpe franco próximo al área italiana y le pegó con tal potencia al cuero que se le escurrió al guardameta.
"El juego se lleva a una velocidad enorme y es movidísimo, estando la pelota tan pronto en un campo como en otro", leemos en el diario El Imparcial. El encuentro estaba emocionante y, antes de que Italia se lanzara en tromba contra la meta de Jáuregui, Mariscal estuvo muy cerca de aumentar la ventaja, mas se encontró con una parada "magistral" de Combi, "cuando parecía estar la pelota en la red", detalla la crónica de El Imparcial.
Comenzó entonces la fase de asedio y derribo sobre la portería española, aunque el empate se le resistía a los italianos al juntarse dos factores: la excelente labor defensiva de Quincoces y las intervenciones de Jáuregui, por una parte, y la falta de acierto de los atacantes italianos.
La segunda parte ya fue otra historia. Antero se había retirado antes del descanso tras un encontronazo y sufría una luxación en el hombro. Marculeta bajó a cubrir su hueco en la medular y el estoico Antero quiso seguir jugando tras el paso por la enfermería, así que se colocó como extremo. En la práctica, España jugó con 10.
Italia había merecido el empate "porque jugó mejor y con más entusiasmo", nos cuenta El Imparcial. Y lo acabó encontrando. El enésimo ataque italiano superó la línea de medios; la internada de Levratto provocó la caída en bloque de la defensa y Baloncieri, de cabeza, lograba superar a Jáuregui.
Aquel gol acabó de descolocar y fundir por completo a España. Restaba casi media hora de tiempo reglamentario e Italia buscó con furia el 2-1. A la Roja no le duraba la posesión del balón y cuando la tenía no le salía nada. Solo Yermo puso algo de empeño en ataque y ninguno de sus disparos dio problemas a Combi.
Con el empate a un gol se llegó al minuto 90, por lo que el partido se fue a la prórroga. España pareció resurgir entonces de sus cenizas y sacó su garra para deshacer las tablas, pero, sin orden en los ataques, la defensa italiana desbarataba las inocentes incursiones.
Anochecía en Ámsterdam; las luces del estadio se encendieron, pero al poco volvieron a apagarse, porque "el efecto dificulta el juego", escribe Juan Deportista en ABC. Dio igual, con luz o sin ella, las bombillas de españoles e italianos no se volvieron a encender y el empate se resistió a marcharse.
Reconoce El Imparcial que "el equipo italiano, sin llegar a realizar una exhibición brillante, probó más acoplamiento, más disciplina, mejor conjunto y mayores ánimos". Pero la revista Gran Vida restó méritos al once de Rangone, pues "los italianos, riéndose de lo estatuído, han traido al team más profesional de la Olimpiada".
Ficha técnica
Italia: Combi; Rossetta, Caligaris; Pietroboni, Pitto, Janni; Rivolta, Baloncieri, Schiavio, Rossetti, Levrato.
España: Jáuregui; Zaldúa, Quincoces; Amadeo, Antero, Legarreta; Mariscal, Regueiro, Yermo, Marculeta, Kiriki.
Goles: 0-1 Zaldúa (11'). 1-1 Baloncieri (63').
Árbitro: Domingo Lombardi (Uruguay).
Incidencias: Partido correspondiente a los cuartos de final, disputado en el Estadio Olímpico ante más de 3.000 espectadores.
Aquel gol acabó de descolocar y fundir por completo a España. Restaba casi media hora de tiempo reglamentario e Italia buscó con furia el 2-1. A la Roja no le duraba la posesión del balón y cuando la tenía no le salía nada. Solo Yermo puso algo de empeño en ataque y ninguno de sus disparos dio problemas a Combi.
Con el empate a un gol se llegó al minuto 90, por lo que el partido se fue a la prórroga. España pareció resurgir entonces de sus cenizas y sacó su garra para deshacer las tablas, pero, sin orden en los ataques, la defensa italiana desbarataba las inocentes incursiones.
Anochecía en Ámsterdam; las luces del estadio se encendieron, pero al poco volvieron a apagarse, porque "el efecto dificulta el juego", escribe Juan Deportista en ABC. Dio igual, con luz o sin ella, las bombillas de españoles e italianos no se volvieron a encender y el empate se resistió a marcharse.
Reconoce El Imparcial que "el equipo italiano, sin llegar a realizar una exhibición brillante, probó más acoplamiento, más disciplina, mejor conjunto y mayores ánimos". Pero la revista Gran Vida restó méritos al once de Rangone, pues "los italianos, riéndose de lo estatuído, han traido al team más profesional de la Olimpiada".
Ficha técnica
Italia: Combi; Rossetta, Caligaris; Pietroboni, Pitto, Janni; Rivolta, Baloncieri, Schiavio, Rossetti, Levrato.
España: Jáuregui; Zaldúa, Quincoces; Amadeo, Antero, Legarreta; Mariscal, Regueiro, Yermo, Marculeta, Kiriki.
Goles: 0-1 Zaldúa (11'). 1-1 Baloncieri (63').
Árbitro: Domingo Lombardi (Uruguay).
Incidencias: Partido correspondiente a los cuartos de final, disputado en el Estadio Olímpico ante más de 3.000 espectadores.