Amavisca, el puñal de Laredo
José Emilio Amavisca Gárate, conocido en el mundo del fútbol como Amavisca a secas, nació el 19 de junio de 1971 en Laredo (Cantabria). Jugaba como extremo izquierdo y pasó por varios equipos del fútbol español, entre ellos el Valladolid y el Real Madrid. Una de sus grandes virtudes era su capacidad para perforar las defensas rivales, de ahí el sobrenombre de 'el Puñal'. Escribe Ángel Iturriaga en su Diccionario de jugadores de la Selección española de fútbol que era un jugador que "se caracterizaba por su habilidad para el desborde y su capacidad goleadora. Era un jugador con excelente físico que gracias a su continuo ida y vuelta aportaba mucho a sus equipos".
Amavisca tuvo un vínculo muy cercano con el fútbol desde niño, pues su padre Emilio Amavisca Albo había sido futbolista. Como tantos otros niños, comenzó a practicar el deporte en el colegio y poco después se incorporó a las categorías inferiores del Club Deportivo Laredo. Con el equipo cántabro llegó a debutar en Tercera División siendo aún juvenil, por lo que no tardó en llamar la atención de otros clubes.
El Real Valladolid consiguió vestir de blanquivioleta a la joven promesa cántabra en la temporada 89-90. Al principio formó parte de la plantilla del filial vallisoletano, aunque enseguida le llegó la oportunidad de debutar en la élite. José Moré, técnico del primer equipo, vio detalles interesantes en Amavisca y confió en sus posibilidades; el 11 de febrero de 1990 se estrenó en Primera División como titular ante el Celta de Vigo en Balaídos. Repitió titularidad ante Logroñés y Sporting de Gijón en las jornadas 25 y 27, aunque la salida de Moré y la llegada de Fernando Redondo al banquillo le mandó de vuelta al Valladolid Promesas.
Durante el curso 90-91 tampoco gozó de la confianza del nuevo técnico pucelano, el colombiao Francisco Maturana, y sólo participó en dos partidos con el primer equipo. Ante la falta de minutos, el club blanquivioleta decidió cederle a un equipo de Segunda División para que fuera ganando experiencia y se marchó al Lleida durante la temporada 91-92.
Fue en el combinado ilerdense donde comenzó a explotar las cualidades que le convertirían en uno de los jugadores españoles destacados de la década de los 90: velocidad y capacidad anotadora. En el Lleida jugó 37 partidos, fue titular en 35 ocasiones y anotó 14 goles. Su gran campaña le valió la convocatoria con la selección española olímpica para disputar los Juegos de Barcelona 92.
En el torneo, Vicente Miera le concedió un papel como actor secundario y, aunque fuera como suplente, tuvo sus minutos de gloria. Debutó en los Juegos Olímpicos ante Egipto en el segundo encuentro de la fase de grupos, fue titular contra Ghana en la semifinal, y jugó los últimos 45 minutos de la final contra Polonia, cumpliendo a la perfección el cometido de desatascar el partido para España. La medalla de oro que se colgó del cuello el 8 de agosto fue su primer gran éxito internacional.
Tras la experiencia olímpica, Amavisca retornó al Real Valladolid, que había descendido a Segunda División pocos meses antes. La cesión en el Lleida había sido clave en la explosión del jugador cántabro, por lo que desde el inicio de la temporada 92-93 fue uno de los pilares del combinado blanquivioleta durante los dos siguientes años. Consiguieron el ascenso a Primera División ese mismo año y Amavisca pudo al fin tener continuidad en la élite del fútbol español. Entre las dos campañas sumó 71 partidos- 70 de ellos como titular- y 17 goles.
Sus cifras no pasaron desapercibidas en la cima de la clasificación y, antes de que finalizara la temporada, el Real Madrid ya había llegado a un acuerdo con el club y el jugador para incorporar a Amavisca. Mientras se esperaba a que el equipo blanco diera el último paso para ficharle, al club blanquivioleta llegó el interés de otros seis clubes de Primera División, pero el Madrid tenía preferencia y acabó llevándose al futbolista cántabro.
El verano fue movido para Amavisca, pues la primera intención del conjunto de la capital española era buscarle una cesión y muchos clubes se pusieron a la cola para intentar conseguirla. Sin embargo, el extremo continuó centrado en su trabajo y acabó ganándose la confianza de Jorge Valdano y la estancia en Madrid.
En la temporada 94-95 participó en 45 partidos, fue titular en 41 ocasiones y anotó 11 goles, además de colaborar a que el Real Madrid conquistara la primera Liga tras cuatro años. Amavisca se había ganado por derecho propio un hueco en el combinado blanco y la renovación hasta el año 2000, pero durante las siguientes campañas su participación fue disminuyendo progresivamente.
Durante la temporada 95-96 fue una rotura en el menisco interno de la rodilla derecha, que le obligó a pasar por quirófano, la que le quitó protagonismo en las alineaciones del Real Madrid y, a pesar de todo, disputó 35 encuentros- 28 como titular- y anotó 3 goles. Durante la pretemporada del curso 96-97 fue la rodilla izquierda la que le dio problemas; sufrió una fisura en el menisco que acabó por convertirse en rotura en el calentamiento previo a la primera jornada de Liga. Otros tres meses de baja y muchos problemas a la hora de recuperar el nivel exigido para ser titular en el Real Madrid, de hecho no logró marcar ningún tanto en los 31 partidos que acabó jugando.
El drama de los meniscos no se terminó ahí. En diciembre de 1997 volvió a sufrir una rotura en el menisco de la rodilla derecha. A pesar de ello el fútbol le recompensó con uno de los títulos más ambicionados a nivel de clubes, la Champions League. En mayo de 1998, el Real Madrid superó a la Juventus en la final y conquistó su séptima Liga de Campeones.
Las lesiones de rodilla habían mermado la confianza de Amavisca, pero también la que los dirigentes del club e incluso los técnicos tenían en él. No contaba para el Real Madrid a comienzos de la temporada 98-99, pero el Racing de Santander apostó por él y le permitió volver a su tierra y sentirse de nuevo un futbolista valorado. Del equipo blanco se llevó un buen puñado de títulos: dos Ligas, una Champions, una Supercopa y una Copa Intercontinental.
El 15 de enero se hizo oficial su salida hacia el Racing de Santander a cambio de 300 millones de pesetas y dos días después ya estaba jugando en El Sardinero ante el Villarreal. Con el combinado verdiblanco recuperó la regularidad, aunque no el olfato goleador de años anteriores. Estuvo dos campañas en el equipo verdiblanco y disputó 50 partidos, hasta que una lesión en el menisco de la rodilla izquierda en abril del año 2000 le dejó en el dique seco lo que restaba de temporada.
Amavisca volvió con mucha fuerza a los terrenos de juego tras la enésima lesión de rodilla. En la temporada 01-02 se convirtió de nuevo en una pieza básica y, aunque no logró evitar que el Racing descendiera a Segunda División, pudo volver a disfrutar del fútbol. Jugó 40 partidos, fue titular en 37 ocasiones y anotó 7 goles.
Su recuperación le valió la permanencia en Primera División, pues el Deportivo de la Coruña desembolsó 300 millones de pesetas y se llevó al extremo cántabro a La Coruña. Llegaba a Riazor como un fichaje estrella, pero a la hora de la verdad acabó relegado a un papel secundario. En su primer año como jugador blanquiazul participó en 38 partidos, aunque sólo fue titular en 21 ocasiones, anotó 3 goles y añadió una Copa del Rey a su palmarés.
Sus dos siguientes campañas en el club gallego fueron aún más duras en el plano individual. Se perdió los tres primeros meses de competición en el curso 02-03 por una lesión en el tobillo y después le costó ganarse la confianza de Javier Irureta, aunque le peor vino un año después, ya que sólo jugó 8 partidos- entre Liga, Copa y Champions- en toda la temporada.
El Espanyol le brindó a Amavisca una última oportunidad para despedirse del fútbol profesional a lo grande. Incorporó al jugador cántabro en septiembre de 2004 después de casi dos meses tanteando su contratación, aunque le costó coger el ritmo al no haber realizado pretemporada con ningún equipo. Sólo empezó a entrar en los onces iniciales en el último tramo del campeonato y no acabó de rendir al nivel esperado. Jugó 23 partidos, fue titular en 11 ocasiones y marcó dos goles. Al término de ese curso, decidió colgar las botas.
Emilio Amavisca se retiró del fútbol en activo con 33 años y con la sensación de que, de no haber sido por las persistentes lesiones en la rodilla, podría haber mantenido su nivel óptimo durante más años. En la actualidad, el puñal de Laredo compagina el trabajo como director de Escuela Municipal de Fútbol de Santander con la labor como comentarista de partidos en radio y televisión.
Con la selección española
No resultó sencillo para Amavisca ganarse un sitio en la selección nacional y su carrera como internacional español absoluto tan sólo duró cuatro años. Debutó con el combinado absoluto dos años después de lograr la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. El 7 de septiembre de 1994, en un partido de la fase de clasificación para la Eurocopa de 1996 ante Chipre, Javier Clemente hizo debutar a Amavisca, que salió de titular y disputó 79 minutos.
Desde aquel día, el puñal cántabro fue un jugador habitual en la selección española y participó en la Eurocopa de Inglaterra en 1996. Disputó los tres partidos de la fase de grupos, dos de ellos como titular, aunque no tuvo minutos en cuartos de final ante la anfitriona, que eliminó a España en la tanda de penaltis.
Amavisca jugó su último partido como internacional absoluto el 11 de octubre de 1997, ante Islas Feroe en un encuentro de clasificación para el Mundial de 1998. En total sumó 15 partidos con la selección española absoluta y un único gol en un Armenia 0- España 2 en 1995.
Amavisca tuvo un vínculo muy cercano con el fútbol desde niño, pues su padre Emilio Amavisca Albo había sido futbolista. Como tantos otros niños, comenzó a practicar el deporte en el colegio y poco después se incorporó a las categorías inferiores del Club Deportivo Laredo. Con el equipo cántabro llegó a debutar en Tercera División siendo aún juvenil, por lo que no tardó en llamar la atención de otros clubes.
El Real Valladolid consiguió vestir de blanquivioleta a la joven promesa cántabra en la temporada 89-90. Al principio formó parte de la plantilla del filial vallisoletano, aunque enseguida le llegó la oportunidad de debutar en la élite. José Moré, técnico del primer equipo, vio detalles interesantes en Amavisca y confió en sus posibilidades; el 11 de febrero de 1990 se estrenó en Primera División como titular ante el Celta de Vigo en Balaídos. Repitió titularidad ante Logroñés y Sporting de Gijón en las jornadas 25 y 27, aunque la salida de Moré y la llegada de Fernando Redondo al banquillo le mandó de vuelta al Valladolid Promesas.
Durante el curso 90-91 tampoco gozó de la confianza del nuevo técnico pucelano, el colombiao Francisco Maturana, y sólo participó en dos partidos con el primer equipo. Ante la falta de minutos, el club blanquivioleta decidió cederle a un equipo de Segunda División para que fuera ganando experiencia y se marchó al Lleida durante la temporada 91-92.
Fue en el combinado ilerdense donde comenzó a explotar las cualidades que le convertirían en uno de los jugadores españoles destacados de la década de los 90: velocidad y capacidad anotadora. En el Lleida jugó 37 partidos, fue titular en 35 ocasiones y anotó 14 goles. Su gran campaña le valió la convocatoria con la selección española olímpica para disputar los Juegos de Barcelona 92.
En el torneo, Vicente Miera le concedió un papel como actor secundario y, aunque fuera como suplente, tuvo sus minutos de gloria. Debutó en los Juegos Olímpicos ante Egipto en el segundo encuentro de la fase de grupos, fue titular contra Ghana en la semifinal, y jugó los últimos 45 minutos de la final contra Polonia, cumpliendo a la perfección el cometido de desatascar el partido para España. La medalla de oro que se colgó del cuello el 8 de agosto fue su primer gran éxito internacional.
Tras la experiencia olímpica, Amavisca retornó al Real Valladolid, que había descendido a Segunda División pocos meses antes. La cesión en el Lleida había sido clave en la explosión del jugador cántabro, por lo que desde el inicio de la temporada 92-93 fue uno de los pilares del combinado blanquivioleta durante los dos siguientes años. Consiguieron el ascenso a Primera División ese mismo año y Amavisca pudo al fin tener continuidad en la élite del fútbol español. Entre las dos campañas sumó 71 partidos- 70 de ellos como titular- y 17 goles.
Sus cifras no pasaron desapercibidas en la cima de la clasificación y, antes de que finalizara la temporada, el Real Madrid ya había llegado a un acuerdo con el club y el jugador para incorporar a Amavisca. Mientras se esperaba a que el equipo blanco diera el último paso para ficharle, al club blanquivioleta llegó el interés de otros seis clubes de Primera División, pero el Madrid tenía preferencia y acabó llevándose al futbolista cántabro.
El verano fue movido para Amavisca, pues la primera intención del conjunto de la capital española era buscarle una cesión y muchos clubes se pusieron a la cola para intentar conseguirla. Sin embargo, el extremo continuó centrado en su trabajo y acabó ganándose la confianza de Jorge Valdano y la estancia en Madrid.
En la temporada 94-95 participó en 45 partidos, fue titular en 41 ocasiones y anotó 11 goles, además de colaborar a que el Real Madrid conquistara la primera Liga tras cuatro años. Amavisca se había ganado por derecho propio un hueco en el combinado blanco y la renovación hasta el año 2000, pero durante las siguientes campañas su participación fue disminuyendo progresivamente.
Durante la temporada 95-96 fue una rotura en el menisco interno de la rodilla derecha, que le obligó a pasar por quirófano, la que le quitó protagonismo en las alineaciones del Real Madrid y, a pesar de todo, disputó 35 encuentros- 28 como titular- y anotó 3 goles. Durante la pretemporada del curso 96-97 fue la rodilla izquierda la que le dio problemas; sufrió una fisura en el menisco que acabó por convertirse en rotura en el calentamiento previo a la primera jornada de Liga. Otros tres meses de baja y muchos problemas a la hora de recuperar el nivel exigido para ser titular en el Real Madrid, de hecho no logró marcar ningún tanto en los 31 partidos que acabó jugando.
El drama de los meniscos no se terminó ahí. En diciembre de 1997 volvió a sufrir una rotura en el menisco de la rodilla derecha. A pesar de ello el fútbol le recompensó con uno de los títulos más ambicionados a nivel de clubes, la Champions League. En mayo de 1998, el Real Madrid superó a la Juventus en la final y conquistó su séptima Liga de Campeones.
Las lesiones de rodilla habían mermado la confianza de Amavisca, pero también la que los dirigentes del club e incluso los técnicos tenían en él. No contaba para el Real Madrid a comienzos de la temporada 98-99, pero el Racing de Santander apostó por él y le permitió volver a su tierra y sentirse de nuevo un futbolista valorado. Del equipo blanco se llevó un buen puñado de títulos: dos Ligas, una Champions, una Supercopa y una Copa Intercontinental.
El 15 de enero se hizo oficial su salida hacia el Racing de Santander a cambio de 300 millones de pesetas y dos días después ya estaba jugando en El Sardinero ante el Villarreal. Con el combinado verdiblanco recuperó la regularidad, aunque no el olfato goleador de años anteriores. Estuvo dos campañas en el equipo verdiblanco y disputó 50 partidos, hasta que una lesión en el menisco de la rodilla izquierda en abril del año 2000 le dejó en el dique seco lo que restaba de temporada.
Amavisca volvió con mucha fuerza a los terrenos de juego tras la enésima lesión de rodilla. En la temporada 01-02 se convirtió de nuevo en una pieza básica y, aunque no logró evitar que el Racing descendiera a Segunda División, pudo volver a disfrutar del fútbol. Jugó 40 partidos, fue titular en 37 ocasiones y anotó 7 goles.
Su recuperación le valió la permanencia en Primera División, pues el Deportivo de la Coruña desembolsó 300 millones de pesetas y se llevó al extremo cántabro a La Coruña. Llegaba a Riazor como un fichaje estrella, pero a la hora de la verdad acabó relegado a un papel secundario. En su primer año como jugador blanquiazul participó en 38 partidos, aunque sólo fue titular en 21 ocasiones, anotó 3 goles y añadió una Copa del Rey a su palmarés.
Sus dos siguientes campañas en el club gallego fueron aún más duras en el plano individual. Se perdió los tres primeros meses de competición en el curso 02-03 por una lesión en el tobillo y después le costó ganarse la confianza de Javier Irureta, aunque le peor vino un año después, ya que sólo jugó 8 partidos- entre Liga, Copa y Champions- en toda la temporada.
El Espanyol le brindó a Amavisca una última oportunidad para despedirse del fútbol profesional a lo grande. Incorporó al jugador cántabro en septiembre de 2004 después de casi dos meses tanteando su contratación, aunque le costó coger el ritmo al no haber realizado pretemporada con ningún equipo. Sólo empezó a entrar en los onces iniciales en el último tramo del campeonato y no acabó de rendir al nivel esperado. Jugó 23 partidos, fue titular en 11 ocasiones y marcó dos goles. Al término de ese curso, decidió colgar las botas.
Emilio Amavisca se retiró del fútbol en activo con 33 años y con la sensación de que, de no haber sido por las persistentes lesiones en la rodilla, podría haber mantenido su nivel óptimo durante más años. En la actualidad, el puñal de Laredo compagina el trabajo como director de Escuela Municipal de Fútbol de Santander con la labor como comentarista de partidos en radio y televisión.
Con la selección española
No resultó sencillo para Amavisca ganarse un sitio en la selección nacional y su carrera como internacional español absoluto tan sólo duró cuatro años. Debutó con el combinado absoluto dos años después de lograr la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. El 7 de septiembre de 1994, en un partido de la fase de clasificación para la Eurocopa de 1996 ante Chipre, Javier Clemente hizo debutar a Amavisca, que salió de titular y disputó 79 minutos.
Desde aquel día, el puñal cántabro fue un jugador habitual en la selección española y participó en la Eurocopa de Inglaterra en 1996. Disputó los tres partidos de la fase de grupos, dos de ellos como titular, aunque no tuvo minutos en cuartos de final ante la anfitriona, que eliminó a España en la tanda de penaltis.
Amavisca jugó su último partido como internacional absoluto el 11 de octubre de 1997, ante Islas Feroe en un encuentro de clasificación para el Mundial de 1998. En total sumó 15 partidos con la selección española absoluta y un único gol en un Armenia 0- España 2 en 1995.