Alfonso Pérez, el delantero que inspiró un estadio
Alfonso Pérez Muñoz vino al mundo en Getafe el 26 de septiembre de 1972. Jugaba como delantero centro y aunque, pasó por el Madrid y el Barcelona, fue en el Real Betis donde se convirtió en un ídolo para la afición. Fue internacional con la selección española y formó parte del equipo que conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Ángel Iturriaga le describe como un "delantero de gran talento, capaz de hacer pausas al borde del área y desbordar regateando apoyándose en su condición de ambidiestro. Además, era muy listo en el área y un buen goleador". Un talento que, junto a la costumbre de emplear botas de color blanco, le hizo merecedor del apodo "El mago de las botas blancas".
Alfonso comenzó a formarse como futbolista en las categorías inferiores del Real Madrid y pronto le llegó la oportunidad de debutar en la élite. Aún en edad juvenil y como jugador del Castilla, Alfonso se estrenó con el primer equipo blanco el 24 de febrero de 1991 ante el Zaragoza y en el Santiago Bernabéu. Las bajas en el ataque madridista adelantaron su irrupción en la alineación del Madrid, pero Alfonso rindió a un nivel notable y acabó ganándose, por derecho propio, disputar otros ocho encuentros en Primera.
En la temporada 91-92 tuvo algo más de protagonismo en el primer equipo, pero sin llegar a hacerse un hueco en los onces iniciales. Disputó 22 partidos entre Liga y Copa de la UEFA y marcó 3 goles. Su primer tanto con el Real Madrid lo consiguió el 1 de octubre, ante el Slovan Bratislava en la primera ronda de la UEFA.
Ese verano y con solo 19 años, Alfonso se convirtió en el benjamín de la selección que acudió a los Juegos Olímpicos de Barcelona, aunque eso no le impidió convertirse en el atacante titular del combinado español. Jugó cinco de los seis partidos- se perdió el duelo ante Ghana por sanción- y consiguió un gol en el encuentro ante Qatar.
El torneo olímpico y la medalla de oro fueron un refuerzo para Alfonso, aunque al regreso de los Juegos tuvo que sudar mucho para conseguir minutos en el Real Madrid. En el curso 92-93 únicamente fue titular en cuatro partidos y, un año después, cuando por fin parecía que tenía hueco en el once inicial, le tocó sufrir la primera lesión seria de su carrera. El 8 de enero de 1994, durante el Clásico liguero ante el Barcelona en el Camp Nou- que acabó con un doloroso 5-0-, Alfonso se lesionó en la rodilla derecha y el diagnóstico fue peor que la goleada culé: rotura del ligamento cruzado anterior y adiós a los terrenos de juego durante siete meses.
Alfonso volvió a vestirse de corto en la primera jornada de la campaña 94-95, ante el Sevilla, pero se encontró con una durísima competencia a la hora de recuperar su sitio en el eje del ataque. Esa temporada sólo fue titular en seis de los 19 partidos en los que participó. Tocaba buscar una salida que le permitiera dar rienda suelta a su talento en el área. Dejó el Real Madrid en el verano de 1995 después de cinco años en el primer equipo y tras conseguir sus tres primeros títulos a nivel de clubes: una Copa del Rey (92-93), una Supercopa de España (1993) y una Liga (94-95).
Ante la falta de protagonismo, Alfonso aceptó marcharse al Real Betis en la temporada 95-96. No fue una decisión fácil, pues suponía abandonar Madird por primera vez, pero en el equipo verdiblanco encontró el trampolín que necesitaba para acabar de convertirse en el gran delantero que llevaba dentro.
En su primer año como jugador bético disputó 39 encuentros, todos como titular, y anotó 14 goles. Alfonso explotó como delantero goleador y se convirtió en uno de los ídolos de la afición del Betis. Visto su despegue, el Real Madrid lo repescó al término del curso futbolístico, pero el Betis no estaba dispuesto a dejar escapar tan fácilmente a su estrella.
El tira y afloja entre Madrid y Betis fue constante durante el verano y terminó con un desembolso de 1.160 millones de pesetas por parte del club bético- el importe de la cláusula de rescisión- para recuperar a su jugador franquicia. Tras una brevísima estancia en el equipo blanco, regresó a Sevilla y continuó rindiendo a un nivel excelente.
En la temporada 96-97 alcanzó el mejor registro goleador de su carrera deportiva: 27 goles entre Liga y Copa del Rey. Fue el segundo máximo goleador del campeonato liguero con 25 tantos, a 9 de Ronaldo, que en aquel entonces jugaba en el Barcelona. Sus excelentes cifras le valieron la renovación con el Betis hasta el año 2005 y un contrato inmejorable. Lopera, presidente bético, se encargó de blindar a su estrella con una cláusula de rescisión de 8.000 millones de pesetas, la más alta de la historia del fútbol mundial hasta ese momento. El objetivo era que el delantero getafense acabara su carrera deportiva en el club que le había convertido en estrella.
Pero su olfato goleador se atascó durante la temporada 97-98, en la que sólo anotó 15 goles en los 41 partidos que disputó, diez de ellos en Liga, con lo que disminuyó notablemente sus cifras con respecto a la campaña anterior. Las malas lenguas le acusaban de reservarse para el Mundial de fútbol que se jugaría ese mismo verano en Francia, pero lo cierto es que en la Copa del Mundo no logró anotar ningún gol.
Las cosas se torcieron un poco más en la temporada 98-99, pues las lesiones le impidieron tener continuidad y no llegó a disputar más que una docena de partidos. Para colmo de males, el curso 99-00 fue muy desafortunado en el plano deportivo con el descenso del Betis a Segunda División y el rendimiento personal de Alfonso, con 10 goles en 35 partidos, distó también del nivel que había demostrado en ocasiones anteriores.
El fútbol le brindó al delantero madrileño una nueva oportunidad de recuperar el esplendor perdido y volver a triunfar en lo más alto. El Barcelona abonó 2.500 millones de pesetas al Betis por Alfonso, que firmó por cuatro temporadas y pasó a tener una cláusula de rescisión de 15.000 millones. El internacional español confesa que cumplía un sueño con su incorporación al Barça, donde se reencontró con Guardiola, Luis Enrique y Abelardo, compañeros del oro olímpico.
La llegada de Alfonso había sido una petición expresa del técnico culé Serra Ferrer, que ya le había tenido a sus órdenes en el Betis, pero a la hora de la verdad, las oportunidades de ser titular fueron escasas y las lesiones le impidieron cumplir las expectativas que tantos habían puesto en él. Jugó 32 partidos durante la temporada 2000-01 entre Liga y Champions y anotó cinco goles. El curso siguiente lo empezó en Barcelona, pero en el mercado invernal se marchó cedido al Olympique de Marsella, su primera experiencia futbolística lejos de España.
A esa primera cesión en la liga francesa le siguió otra en el verano de 2002 que permitió a Alfonso regresar al Betis. Esa temporada disputó 18 encuentros, 14 como titular, y anotó ocho goles, un rendimiento que podría haber sido mejor de no ser por una lesión en el tendón de Aquiles que le tuvo cuatro meses apartado de los terrenos de juego.
Al finalizar la cesión volvió a Barcelona y, consciente de que no tendría oportunidades, forzó de nuevo la salida hacia Sevilla, en esta ocasión con la carta de libertad en la mano. Vivió sus dos últimas temporadas como futbolista en activo con el combinado verdiblanco, aunque su participación continuó disminuyendo. Entre las dos campañas sumó 37 partidos, 19 titularidades, 4 goles y un último título, la Copa del Rey que el Betis le ganó a Osasuna en 2005.
Ese verano finalizó su vinculación con el Betis y, aunque su deseo era continuar jugando, quizá en una liga extranjera y menos exigente, acabó aceptando su retirada de los terrenos de juego. Desde que colgó las botas se ha estado formando como entrenador y el pasado verano se incorporó al Mallorca para dirigir a las categorías inferiores del club bermellón.
Con la selección española
Como muchos de los integrantes de la selección olímpica que logró el oro en Barcelona 92, Alfonso se convirtió en internacional absoluto tras los Juegos. El 9 de septiembre de 1992, en un encuentro amistoso frente a Inglaterra, disfrutó de sus primeros minutos con la absoluta. Su trayectoria en la Roja se extendió hasta el año 2000 y fue un jugador habitual en la delantera hispana mientras las lesiones se lo permitieron.
Con la selección participó en las Eurocopas de Inglaterra (1996) y Bélgica y Países Bajos (2000) y el Mundial de Francia (1998). Fue precisamente en la Eurocopa del año 2000 donde logró el gol de su vida. En el último encuentro de la fase de grupos España necesitaba un triunfo ante Yugoslavia para lograr el pase a cuartos; sin embargo, el partido agonizaba y el marcador reflejaba un 3-3 que condenaba a la selección hispana a volver a casa a mitad del camino. Y entonces Alfonso, en el último suspiro, se sacó de la chistera un remate con la zurda directo al fondo de las mallas, un gol que valía una clasificación para los cuartos de final.
Cuatro días después, ante Francia, Alfonso disputó su último partido como internacional español, aunque tuvo que despedirse de la Roja con una derrota y la eliminación de la Eurocopa. Atrás quedaron 38 partidos y 11 goles con la selección española.
Con estadio propio
Alfonso Pérez puede presumir de tener un estadio de Primera División con su nombre. En 1998 en Getafe, la localidad natal de Alfonso, se construyó un estadio de fútbol para albergar los partidos del Getafe CF, que en aquella época militaba en Segunda División B. Por votación popular se decidió que el campo llevase el nombre del gran símbolo futbolístico de Getafe: Alfonso, delantero del Betis e internacional con la selección española. El 30 de agosto de ese mismo año se inauguró el Coliseum Alfonso Pérez.
Para saber más: Vídeo de Canal Sur con los mejores goles de Alfonso Pérez Muñoz.
Alfonso comenzó a formarse como futbolista en las categorías inferiores del Real Madrid y pronto le llegó la oportunidad de debutar en la élite. Aún en edad juvenil y como jugador del Castilla, Alfonso se estrenó con el primer equipo blanco el 24 de febrero de 1991 ante el Zaragoza y en el Santiago Bernabéu. Las bajas en el ataque madridista adelantaron su irrupción en la alineación del Madrid, pero Alfonso rindió a un nivel notable y acabó ganándose, por derecho propio, disputar otros ocho encuentros en Primera.
En la temporada 91-92 tuvo algo más de protagonismo en el primer equipo, pero sin llegar a hacerse un hueco en los onces iniciales. Disputó 22 partidos entre Liga y Copa de la UEFA y marcó 3 goles. Su primer tanto con el Real Madrid lo consiguió el 1 de octubre, ante el Slovan Bratislava en la primera ronda de la UEFA.
Ese verano y con solo 19 años, Alfonso se convirtió en el benjamín de la selección que acudió a los Juegos Olímpicos de Barcelona, aunque eso no le impidió convertirse en el atacante titular del combinado español. Jugó cinco de los seis partidos- se perdió el duelo ante Ghana por sanción- y consiguió un gol en el encuentro ante Qatar.
El torneo olímpico y la medalla de oro fueron un refuerzo para Alfonso, aunque al regreso de los Juegos tuvo que sudar mucho para conseguir minutos en el Real Madrid. En el curso 92-93 únicamente fue titular en cuatro partidos y, un año después, cuando por fin parecía que tenía hueco en el once inicial, le tocó sufrir la primera lesión seria de su carrera. El 8 de enero de 1994, durante el Clásico liguero ante el Barcelona en el Camp Nou- que acabó con un doloroso 5-0-, Alfonso se lesionó en la rodilla derecha y el diagnóstico fue peor que la goleada culé: rotura del ligamento cruzado anterior y adiós a los terrenos de juego durante siete meses.
Alfonso volvió a vestirse de corto en la primera jornada de la campaña 94-95, ante el Sevilla, pero se encontró con una durísima competencia a la hora de recuperar su sitio en el eje del ataque. Esa temporada sólo fue titular en seis de los 19 partidos en los que participó. Tocaba buscar una salida que le permitiera dar rienda suelta a su talento en el área. Dejó el Real Madrid en el verano de 1995 después de cinco años en el primer equipo y tras conseguir sus tres primeros títulos a nivel de clubes: una Copa del Rey (92-93), una Supercopa de España (1993) y una Liga (94-95).
Ante la falta de protagonismo, Alfonso aceptó marcharse al Real Betis en la temporada 95-96. No fue una decisión fácil, pues suponía abandonar Madird por primera vez, pero en el equipo verdiblanco encontró el trampolín que necesitaba para acabar de convertirse en el gran delantero que llevaba dentro.
En su primer año como jugador bético disputó 39 encuentros, todos como titular, y anotó 14 goles. Alfonso explotó como delantero goleador y se convirtió en uno de los ídolos de la afición del Betis. Visto su despegue, el Real Madrid lo repescó al término del curso futbolístico, pero el Betis no estaba dispuesto a dejar escapar tan fácilmente a su estrella.
El tira y afloja entre Madrid y Betis fue constante durante el verano y terminó con un desembolso de 1.160 millones de pesetas por parte del club bético- el importe de la cláusula de rescisión- para recuperar a su jugador franquicia. Tras una brevísima estancia en el equipo blanco, regresó a Sevilla y continuó rindiendo a un nivel excelente.
En la temporada 96-97 alcanzó el mejor registro goleador de su carrera deportiva: 27 goles entre Liga y Copa del Rey. Fue el segundo máximo goleador del campeonato liguero con 25 tantos, a 9 de Ronaldo, que en aquel entonces jugaba en el Barcelona. Sus excelentes cifras le valieron la renovación con el Betis hasta el año 2005 y un contrato inmejorable. Lopera, presidente bético, se encargó de blindar a su estrella con una cláusula de rescisión de 8.000 millones de pesetas, la más alta de la historia del fútbol mundial hasta ese momento. El objetivo era que el delantero getafense acabara su carrera deportiva en el club que le había convertido en estrella.
Pero su olfato goleador se atascó durante la temporada 97-98, en la que sólo anotó 15 goles en los 41 partidos que disputó, diez de ellos en Liga, con lo que disminuyó notablemente sus cifras con respecto a la campaña anterior. Las malas lenguas le acusaban de reservarse para el Mundial de fútbol que se jugaría ese mismo verano en Francia, pero lo cierto es que en la Copa del Mundo no logró anotar ningún gol.
Las cosas se torcieron un poco más en la temporada 98-99, pues las lesiones le impidieron tener continuidad y no llegó a disputar más que una docena de partidos. Para colmo de males, el curso 99-00 fue muy desafortunado en el plano deportivo con el descenso del Betis a Segunda División y el rendimiento personal de Alfonso, con 10 goles en 35 partidos, distó también del nivel que había demostrado en ocasiones anteriores.
El fútbol le brindó al delantero madrileño una nueva oportunidad de recuperar el esplendor perdido y volver a triunfar en lo más alto. El Barcelona abonó 2.500 millones de pesetas al Betis por Alfonso, que firmó por cuatro temporadas y pasó a tener una cláusula de rescisión de 15.000 millones. El internacional español confesa que cumplía un sueño con su incorporación al Barça, donde se reencontró con Guardiola, Luis Enrique y Abelardo, compañeros del oro olímpico.
La llegada de Alfonso había sido una petición expresa del técnico culé Serra Ferrer, que ya le había tenido a sus órdenes en el Betis, pero a la hora de la verdad, las oportunidades de ser titular fueron escasas y las lesiones le impidieron cumplir las expectativas que tantos habían puesto en él. Jugó 32 partidos durante la temporada 2000-01 entre Liga y Champions y anotó cinco goles. El curso siguiente lo empezó en Barcelona, pero en el mercado invernal se marchó cedido al Olympique de Marsella, su primera experiencia futbolística lejos de España.
A esa primera cesión en la liga francesa le siguió otra en el verano de 2002 que permitió a Alfonso regresar al Betis. Esa temporada disputó 18 encuentros, 14 como titular, y anotó ocho goles, un rendimiento que podría haber sido mejor de no ser por una lesión en el tendón de Aquiles que le tuvo cuatro meses apartado de los terrenos de juego.
Al finalizar la cesión volvió a Barcelona y, consciente de que no tendría oportunidades, forzó de nuevo la salida hacia Sevilla, en esta ocasión con la carta de libertad en la mano. Vivió sus dos últimas temporadas como futbolista en activo con el combinado verdiblanco, aunque su participación continuó disminuyendo. Entre las dos campañas sumó 37 partidos, 19 titularidades, 4 goles y un último título, la Copa del Rey que el Betis le ganó a Osasuna en 2005.
Ese verano finalizó su vinculación con el Betis y, aunque su deseo era continuar jugando, quizá en una liga extranjera y menos exigente, acabó aceptando su retirada de los terrenos de juego. Desde que colgó las botas se ha estado formando como entrenador y el pasado verano se incorporó al Mallorca para dirigir a las categorías inferiores del club bermellón.
Con la selección española
Como muchos de los integrantes de la selección olímpica que logró el oro en Barcelona 92, Alfonso se convirtió en internacional absoluto tras los Juegos. El 9 de septiembre de 1992, en un encuentro amistoso frente a Inglaterra, disfrutó de sus primeros minutos con la absoluta. Su trayectoria en la Roja se extendió hasta el año 2000 y fue un jugador habitual en la delantera hispana mientras las lesiones se lo permitieron.
Con la selección participó en las Eurocopas de Inglaterra (1996) y Bélgica y Países Bajos (2000) y el Mundial de Francia (1998). Fue precisamente en la Eurocopa del año 2000 donde logró el gol de su vida. En el último encuentro de la fase de grupos España necesitaba un triunfo ante Yugoslavia para lograr el pase a cuartos; sin embargo, el partido agonizaba y el marcador reflejaba un 3-3 que condenaba a la selección hispana a volver a casa a mitad del camino. Y entonces Alfonso, en el último suspiro, se sacó de la chistera un remate con la zurda directo al fondo de las mallas, un gol que valía una clasificación para los cuartos de final.
Cuatro días después, ante Francia, Alfonso disputó su último partido como internacional español, aunque tuvo que despedirse de la Roja con una derrota y la eliminación de la Eurocopa. Atrás quedaron 38 partidos y 11 goles con la selección española.
Con estadio propio
Alfonso Pérez puede presumir de tener un estadio de Primera División con su nombre. En 1998 en Getafe, la localidad natal de Alfonso, se construyó un estadio de fútbol para albergar los partidos del Getafe CF, que en aquella época militaba en Segunda División B. Por votación popular se decidió que el campo llevase el nombre del gran símbolo futbolístico de Getafe: Alfonso, delantero del Betis e internacional con la selección española. El 30 de agosto de ese mismo año se inauguró el Coliseum Alfonso Pérez.
Para saber más: Vídeo de Canal Sur con los mejores goles de Alfonso Pérez Muñoz.